EL LENGUAJE
Desde que hemos empezado nuestra singladura como especie por este
planeta, hemos sentido la necesidad de expresar sensaciones, deseos,
inquietudes e ideas, provenientes de nuestras indagaciones, resultado de
observaciones de todo lo que nos rodea. Fuimos formulando las hipótesis sobre cualquier
tipo de fenómenos que hemos podido presenciar, experimentando con los datos
recogidos, diseñando síntesis y alcanzando conclusiones, es decir, tesis que
nos fueron llevando a unas condiciones de bien estar personal y social
envidiables si las comparamos con las que había en los principios de nuestra
existencia. A parte, con referencia a ciertas inquietudes que son propias del
carácter humano, fuimos buscando respuestas sobre otro conjunto de cosas que
intuimos, subjetivas, originadas por causas que rebasan la materialidad del
mundo, o por lo menos que nos hace percibir una realidad imaginaria, así como un espejo de esta, en donde se
encuentran muchas respuestas aplicables al estar físico. Lo fantástico y mágico
de estos entes causó admiración y miedo; al mismo tiempo que nos hacía evitar,
atraía, llevándonos a una imperiosa demanda por su comprensión.
Todo este proceso, desde hace muchísimo tiempo, contó con la evolución
de un sistema especial y complejo, fisiológico-cognitivo, que nos ha traído a
la especialización en que nos encontramos hoy. Un sistema que se conoce con el
nombre de Sistema Comunicativo Humano o Sistema Humano de
Comunicación.
El Sistema Humano de Comunicación cuenta con una
complejísima estructura cerebral, muscular y nerviosa que es activada por una
fuerza motriz, la más elevada potencia moral que se encuentra en el ser humano,
de la que entendemos apenas un casi nada, y qué es, y a la que llamamos Voluntad.
No es nuestra intención entrar en estas profundidades, sino buscar
únicamente una ilustración intelectual que nos ayude, a modo de introducción, considerar
o argumentar algo sobre la estructura que nos ayuda a expresar razones, sentimientos,
anhelos, ideas, etc., que son los elementos que configurarán la experiencia de
nuestro paso por esta Realidad. De todo esto, por tanto, concluimos que, si esta
potencia moral activa el Sistema Humano de Comunicación, ella se
comporta como un mecanismo de ignición y lo que origina en el ser humano es un
acto o acción: la Acción de Comunicar.
Como consecuencia de lo dicho, se puede percibir que la Acción de
Comunicar exige un objeto que justifique ese acto, pues é razonable que
un verbo fuerce a un objeto que le corresponda. Este objeto no es otro que el
sustantivo, la cosa, el ente que nace del verbo Comunicar. Tal
ente es llamado Comunicación, una virtud que no poseen solamente
los seres humanos - aunque en ellos se presenta en su grado máximo -, sino que
es inherente a todos los seres, dentro de la especialización de cada uno, según
la parte del grupo o sociedad a que pertenece; así, un gato tendrá su forma
especial de comunicación, un león la suya, de manera también particular una
palmera, etc.
Pero, si nos fijamos bien, hay desdoblamientos importantísimos que
sacamos de este último párrafo.
Para que podamos comprender el núcleo del razonamiento, primeramente,
diremos que no hay verbos que se presenten sin que sean gestados o inducidos
por otros verbos, y que cada uno sea origen y causa de su objeto asociado o
correspondiente. De esta forma, si hablamos de Comunicar, se
intuye que debemos buscar su gestor en el verbo Pensar, que exige
el objeto Pensamiento; igualmente, si hablamos del verbo Pensar,
debemos buscar su procedencia en el verbo Idealizar, que exige el
objeto Idea; asimismo, si hablamos de Idealizar,
nuestra intuición nos llevará al verbo Percibir, que pide
imperiosamente el objeto Percepción; y si hablamos del verbo Percibir,
debemos asociarlo a un verbo que lo induzca, genere o estimule a que surja como
consecuencia. ¿Qué verbo es este?
Si la intuición no nos falla, solo podrá ser el verbo Querer,
que tiene su etimología en el latín volo y exige el objeto Voluntad.
Pero aquí, surgen otras dos preguntas: ¿Cuál es el verbo que induce o genera al
verbo querer? Y, ¿Cuál es el objeto exigido por este verbo inductor?
La primera pregunta no parece tan complicada, y podremos intuir, sin demasiados
problemas, que el verbo que buscamos es el Ser. Todo aquel que
quiere es imprescindible que sea. Pero, surgen oposiciones cuando intentamos encontrar
el objeto forzado por este verbo, pues nos metemos en profundidades dificultosas
que llegan a ser incomprensibles en determinados niveles meta-ontológicos.
Si es, todo aquel o aquello que es físico, subjetivo, que posee cuerpo, y
que no posee pero que surge en nuestro pensamiento, en definitiva, todo lo que
sale de la mente del hombre, como conjunto de elementos de la Realidad creada,
no habría problema: pues el objeto que es exigido por el verbo Ser
también es exigido por el verbo Estar. Así, si lo que surge y
está en la mente es un demonio y resulta pertenecer a ese conjunto de la
Realidad creada, y eso es verdad, el objeto del verbo Estar y del
Ser es el Ente.
Ahora, si lo que es, no es necesario que esté, y un demonio en la mente de
alguien, aunque esté, no es en Realidad, y no forma parte de ella, el
razonamiento cambia y mucho. Pues, se podrá, por ejemplo, seguir llamando Ente
al objeto exigido por el verbo Ser, pero no así al objeto exigido
por el verbo Estar; o si queremos, al revés.
En estas dos posturas hay un claro antagonismo, pero en una de estas
posiciones se manifiesta una sutileza, o si queremos en términos científicos, una
singularidad que asombra: que pueda existir algo que no sea.
No hay inconveniente ninguno en que algo que sea, tenga que existir;
pero, sí, lo hay, en algo que exista y tenga que ser. Por ejemplo, en un caso
como el sentimiento de amistad, no hay inconveniente que siendo, sea factible
de existir; basta que se despierte ese sentimiento en alguien; tampoco hay
inconveniente, aquí, en pensar que, despertando ese sentimiento, sea factible
de ser. Sin embargo, aunque no haya inconveniente en que estuviese en la mente
de Homero y que esté en la de cualquier humano, Aquiles, sí lo hay cuando se piensa
en su ser, pues Aquiles no es ni nunca fue, a no ser por su metáfora,
paralelismo o cualquier enseñanza que venga a representar.
Por lo tanto, la conclusión es clara, para que algo o alguien exista es
necesario que sea.
Siguiendo con el análisis, es oportuno pensar en que la Realidad es un
sistema completamente atado de causas y consecuencias, es decir, todo lo que
es, lo es en una disposición interconectada y estructurada, y que esa
disposición demanda un catalizador, que es concomitante con ella para que los
verbos cumplan su función ontológica: Ese catalizador es el verbo Mover,
que exige el objeto Movimiento.
Nada es sin mover o moverse. Por consiguiente, si algo es, se mueve.
Las conclusiones lingüísticas de esto son concluyentes, o cuando menos,
trasparentes: El Mundo fue creado con el Verbo, y el Verbo exigió el Ente, y el
Ente es Sustancia, y su característica lingüística es Sustantiva.
Después de este pequeño esbozo filosófico, diremos que los humanos, al
estar en la cumbre de este planeta Tierra, encontraron su lugar desarrollando
una muy variada forma de transmitir sus ideas, deseos y voluntades; y la más
especializada fue y es, sin lugar a dudas, la comunicación oral y escrita. Este
tipo de comunicación es transmitido por medio de un código, que en la sociedad
hispánica posee como significante la palabra idioma o lengua, cuyo
origen viene del griego, pasando posteriormente por el latín, y significa: una
forma particular de comunicación que es responsable por la interrelación entre
los miembros que lo practican, con la finalidad de trasmitir sentimientos,
emociones e información sobre la realidad en la que están inmersos. En su especificidad diremos que nuestro idioma
es el español
o castellano, significantes relacionados con la forma comunicativa
particular de los pueblos hispánicos.
Dentro del objeto de nuestro estudio, que es la comunicación oral y
escrita en lengua española, y deseando construir un cuerpo lo más académico posible,
intentaremos sacar un buen provecho de este Universo Comunicativo, manifestando
interés, dedicación y cariño, así como una cordialidad beneficiosa, buscando la
difusión del español y el acercamiento entre los que compartimos el profundo
sentir hispánico.
Empecemos, por lo tanto, no sin antes comentar que queda a disposición
de todos, el espacio correspondiente para los comentarios y críticas debajo de
los temas que iremos aportando, y decir que podrán colaborar con cualquier
material en lengua española que se les ocurra, que siempre serán bienvenidos.
El objetivo nuestro no es otro que compartir este maravilloso mundo de la
ciencia, así como divulgar lo que pertenezca a este conjunto de saberes.
Figura 1 - Yo amo español (Disponible en:
<http://blog.pucp.edu.pe/blog/betoserquen/2008/04/23/23-de-abril-dia-del-idioma-espa-ol/>.
Acceso en: 08/11/2015)
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